Cuando niño andaba con mis trenes de lata ensartados todos con un cordel y los llevaba siempre conmigo, estaban pintados de vivos colores, vivían dentro de la maleta de mimbre que alguien me regaló y los sacaba a pasear, su linea era la tierra, el barro o el tablado de la casa, jamás me abandonaron, incluso los llevaba a Viña en tren... Será eso lo que marcó mi vida para siempre, es simplemente un acto de gratitud. Ellos me cuidaron. Ahora me toca a mi.
Uno: Ir a ver líneas férreas y tener le suerte de ver pasar un tren.
Dos: Subir cerros a ver crecer los árboles, desde donde se pueda sentir al tren pasar.
Tres: Hablar con los perros más que con mi conciencia.
Cuatro: Tocar la flauta en misa. (No se si será un hábito musical o divino).
Cinco: Estudiar psicología después del ayer... je je je.
Instrucciones del juego en "comentarios".
Sellos postales chilenos, 1951
El primer ferrocarril del continente, donde la historia cambia para siempre; el caballo que no se reproduce, el caballo que se inventa cada vez, razón suficiente para ser cazadores de tornamesas y ansiedades que pueblan estaciones inexistentes en las que abrevan pacientemente las locomotoras intermitentes, con conductores intermitentes y pasajeros impertinentes.
Solo queda inventar el pasado con la materia del Aliviol y Caruso.
Estaba buscando material para construir mi tren y encontré solo dos durmientes, pero como mi tren es tan chico creo que por ahora es más que suficiente. Entonces me di cuenta que los soñadores son los contructores de realidades y a veces eso basta.
¡Dios nos libre de los pragmáticos!, de los que quieren solo vivir el mundo de fantasía basados en sus anotaciones mentales más concretas y que cohabitan con nosotros, son grises, pesados como piedras... ¡Nada contra ustedes! ...es más, soy un fanático de las piedras, de hecho tengo algunas!...
Shshshshshshhhhhhhh, ¡Silencio!, no vaya a ser que despierten y dejen de construir mi ferrocarril...